domingo, 21 de junio de 2009

Feliz tu día

Hoy es mi cumpleaños número veintiocho…
Bueno, en realidad fue hace… más o menos… seis días y esta es la segunda vez que me siento a escribir, ya con esfuerzo y excesiva voluntad.
El primer intento fue con desgano y desidia, entonces me senté frente al monitor observándolo con detenimiento y análisis. Con la cabeza fija, pero con los ojos aleatorios. Inmóvil, pero vacío. Y lo hice durante un tiempo largo. Queriendo encontrar en las viñetas de Windows las palabras que me pesaban en la cabeza, deseando profundamente, que por medio de osmosis, apareciera frente a mí todos esos pensamientos en la pantalla, para tirarme rápido en la cama a ver los Simson. Por su puesto, esto no sucedió, entonces apagué el monitor, luego la cpu y me quedé con todo hasta el otro día.
Marte... si, era un martes, mismo horario, y eso es porque tengo el tiempo prácticamente contado, entre desayuno, trabajo, colegio, almuerzo, trabajo, colegio, merienda, baño, tiempo para mi, cena, cigarrillo y puffffffffff, otra vez.
Ya más decidido, pero apesadumbrado. Lo que sucede en realidad es que por estas fechas me pongo un tanto irritante y excesivamente pesimista.
Monitor, cpu, lupas en los ojos y ahí voy. Tomando coraje, sintiendo como me recorre la sangre, con ira y desahogo, ¡le entro a las teclas como en las novena sinfonía y de repente! Siento el ruido de las escaleras desplomarse y el Dictador lanza un zarpazo al monitor, arrastra los ojos por mis dedos y a puro instinto atino a rascar el reset con la uña del pulgar derecho, que nunca corto y chau mi día. Así y todo, puse una sonrisa, baño, cena, cigarrillo y pufffffffffffff.
Por eso, imagínense, que seis días después, no siento lo mismo que sentí el mismo veintinueve y hoy mis palabra pueden verse algo así como diluidas, confusas y desteñidas por las palmadas en la espalda, las medias y calzoncillos y sobre todo, las colonias en aerosol.
Entonces, por donde estaba…
A, si.
Hoy es mi cumpleaños número veintiocho y seis días y para nada soy lo que imaginé de mí.
Todos a festejar. ¡Hagamos una gran fiesta, invitemos a nuestra familia, nuestros amigos, a los que no vemos muy seguido… también invitémoslos, compremos comida, tomemos alcohol, fumemos algunos puchos de mas que hoy pago yo, que a demás de todo me sobran los motivos para brindar! Ensucien, tomen de mis vasos, vomiten mi inodoro, fantaseen con mi mujer, abran sus mugrientos regalos y muéstrenme lo que son. Dejen en evidencia su estupidez y háganme sentir especial, que hoy me sobran los motivos. Quieran irse, también, y déjenme por favor de una buena vez en esta letrina mía que se hace llamar vida, donde todos cagan de parado tratando que la mierda salpique lo menos posible para los costados, porque tal vez hoy vea las cosa mas sin filtro que de lo común, y ni hablemos de lo común.
Pero en fin, ahora estoy mas tranquilo y no me quiero poner en trágico, las cosas no son porque si, todo recorre su cauce natural y estricto, como por ejemplo el devenir de las cosas. Todo trae aparejado consecuencias y esas consecuencias son los motivos de porque, hoy cuatro de marzo del dos mil ocho, me voy a dormir noche tras noche, solo, apretando las muelas, empujando el paladar en mi reluciente cama prestada con colchón incorporado de media pulgada de espesor e incómodos quince centímetros de ausencia lateral y ah ha ha h ah ha haha haha h ah a. Ni contar su lujoso sistema vibrador de amortiguación por medio de maderas de pino que se me clavan en los pulmones y no me dejan respirar. Tratando de encontrar algún rastro de tu perfume de una habitación a la otra, o algún ruido que me haga recordar a vos.
Ya no siento lo que realmente quería escribir los otros días, siempre me sucede lo mismo y ni si quiera hablo diciendo, me sucede lo mismo, casi siempre uso, pasa o hago, o, no se, lo que fuere. Lo cierto y lo voy a resumir rápidamente es que quise reproducir toda una putrefacción que ya ni me importa, que se quede ahí.
Me faltan cosas.
Un microondas, para recalentar las pasiones del amor, una heladera con freezer, para enfriar el cólera de tus mañanas, un juego de mesa con cuatro sillas, para apoyarme cuando no doy mas, una tostadora para quemarte y por lo menos una buena TV de plasma para pasar el tiempo y tapar los huecos con teta y culo, sin faltar por su puesto un decodificador con su correspondiente control remoto gigantesco de ocho mil canales para tratar de entender algo.
Los seres humanos, deben verme como un ser sombrío y austero, ni hablar los que me leen, que por suerte son bien pocos. Pero en realidad me esfuerzo por mostrar lo contrario, ya que no me va ni un poco andar por ahí desperdigando miseria. Imagínense, la gente diría: ¡hey che! ¡ahí va el pibe de los mil problemas! Te toca y son siete de mala leche! Entonces por eso me miro todos los día en el espejo y hago diez sonrisas para arriba y diez sonrisas para abajo, levanto el seño cinco y cinco y me quedo un par de minutos con la expresión bien abierta, para que no se me caigan los párpados y me quede la mirada de un bóxer. Y, arranco, hago algún que otro temita, me pongo la ropa de trabajo, toco la guitarrita, joveo un rato y dejo que se desvanezcan todos mis sueños, mis añoranzas, en una tarde con migo de ceños fruncidos, hombros caídos y los ojos húmedos que con el tiempo se irán secando también con la brisa violenta y desesperante de esta puta y jodida sociedad.

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