domingo, 21 de junio de 2009

Canción

El viento de una primavera engañosa, me predispuso con agobio e impaciencia anta la tardía llegada de las templadas brisas que por estas épocas suelen asomarse, pero que gracias al efecto invernadero y el calentamiento global ya ni las estaciones saben quienes son, ni a donde ir.
La primavera es como la música disco, tiene grandes introducciones de cuerdas y trompetas, y percusiones revolucionarias que nos involucran a tal punto en el que creemos en la predicción certera de esperanza, donde nos va a mostrar la estrofa y ni que hablar el estribillo, pero que al final de cuentas, termina sólo siendo: ¡quiero ir a la playa con mi nena y mis nuevos anteojos de estrella! Entonces, viéndolo de esta manera, si tomamos las cuatro estaciones como una canción, donde el verano es la estrofa, el otoño es el estribillo y el invierno el final y desenlace, la primavera sería la intro de esta gran canción. Regalándonos con suavidad, la distensión de los músculos, la sensación de sentirnos jóvenes eternos y si mas ni menos, por que no, también, la preparación inocente ante la cercanía de la sexualidad del verano.
Todos esos anhelos, quedan guardados en nuestros recuerdos o en la sensibilidad que tenga cada uno física, de retener imágenes, olores, juegos, alegrías, tristezas, en fin, todo eso que nos va formando desde la niñez.
Durante los años de la escuela, el hastío y la desesperación que me causaba levantarme todos los días para ir a escuchar las pavadas de los profesores de contabilidad, economía y matemática, me hacían desear aún más, la llegada de las vacaciones y tachaba día a día en un almanaque con cruces sepultando otro año escolar. Ahora. ¡Imagínense la ansiedad del treinta de diciembre! ¡El momento en que sonaba el último timbre del año! Veía la puerta del aula como rejas de una prisión, a la que había sido condenado por un crimen que no he cometido. Ya del día anterior, me ponía el uniforme gris, con las patas de rana. Esa desesperación no la pude superar. Es el día de hoy en que paso el año, del trabajo a mis ocupaciones, de mi música a mis escritos, llegando diciembre para revivir esas sensaciones que me quedaron gravadas tan profundamente, hasta me dan ganas de ponerme a limpiar la pelo pincho, que teníamos en ciudadela, y a la que le dábamos duro con mi viejo, a fuerza de cepillo y detergente.
Lo paradójico de todo esto, es que uno vive la vida andándola y no podemos detenernos a hacer un análisis crítico del presente (solo del pasado), entonces, cuando conocemos lo verdaderamente oscuro, como en este caso, es la adultez, ansiamos desesperadamente la niñez que creímos haber sufrido, ¨la vida no se hace en borrador¨, de modo en que es una tarea que si o si hay que realizar y entregar, pensando con cautela y presición, cada pincelada, para que luego de entregada, no nos sorprenda la noticia de tener que repetir el año.

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