domingo, 21 de junio de 2009

Código para leer las manos

Y… Como es todo… Después de semejante vuelta, tantas subidas y bajadas, tanto pecho corrugado, seguimos como en un principio, vos en una punta y yo en la otra, enfrentados y distantes, estirando los brazos hasta despegarse de sus hombros, sintiendo los crujidos de la piel para acariciar solo las sombras del mas hermoso de los recuerdos. Corriendo detrás tuyo para no dejar caer ninguno de tus olores, ni olvidar cada recorrido de tus pisadas. Esperando con ansias el día en que sepamos que estamos ahí y no, en habitaciones separadas. Porque entiendo que nunca supe de la soledad hasta hoy, con mi cama de cincuenta centímetros y mi teléfono vacío. Con mis pensamientos tan conflictivamente ocupados y la desesperación de la caricia. Porque yo estoy acá y vos… quien sabe… Porque puedo irme a dormir y soñar en tu plenitud. Con una nueva guitarra, las afinaciones abiertas y un sueño que se esfuma como el bulbo capilar, te vuelvo a inmortalizar, aunque no te lo merezcas.
Vos la desesperada de la desesperación y la ira sin sentido de mis versos tristes, cumpliendo a regla con tu suerte y esencia, que cambia como el viento de primavera, como la marea de un río en la tempestad. Deja de lado el mundo exterior al cual nunca pertenecimos.
¿Quién puede negarnos? Si estamos hechos de lo mismo.
Y seguramente volverás a leerme, como siempre y te quemarán las mejillas, las lágrimas mas largas preguntándote si tiene de verdad algún sentido, sabiendo la respuesta que no estas dispuesta a aceptar, pero así y todo, tomarás el rollo de papel y lo acercarás hasta tus ojos, convenciéndote de que es así, nada mas, sin fuerza para llevar el cigarrillo a tu boca, que incluso tanto te molesta, y volverás a lavar y a barrer y tal vez a sonreír e incluso a tender la cama de los espíritus de la pasión.

Canción

El viento de una primavera engañosa, me predispuso con agobio e impaciencia anta la tardía llegada de las templadas brisas que por estas épocas suelen asomarse, pero que gracias al efecto invernadero y el calentamiento global ya ni las estaciones saben quienes son, ni a donde ir.
La primavera es como la música disco, tiene grandes introducciones de cuerdas y trompetas, y percusiones revolucionarias que nos involucran a tal punto en el que creemos en la predicción certera de esperanza, donde nos va a mostrar la estrofa y ni que hablar el estribillo, pero que al final de cuentas, termina sólo siendo: ¡quiero ir a la playa con mi nena y mis nuevos anteojos de estrella! Entonces, viéndolo de esta manera, si tomamos las cuatro estaciones como una canción, donde el verano es la estrofa, el otoño es el estribillo y el invierno el final y desenlace, la primavera sería la intro de esta gran canción. Regalándonos con suavidad, la distensión de los músculos, la sensación de sentirnos jóvenes eternos y si mas ni menos, por que no, también, la preparación inocente ante la cercanía de la sexualidad del verano.
Todos esos anhelos, quedan guardados en nuestros recuerdos o en la sensibilidad que tenga cada uno física, de retener imágenes, olores, juegos, alegrías, tristezas, en fin, todo eso que nos va formando desde la niñez.
Durante los años de la escuela, el hastío y la desesperación que me causaba levantarme todos los días para ir a escuchar las pavadas de los profesores de contabilidad, economía y matemática, me hacían desear aún más, la llegada de las vacaciones y tachaba día a día en un almanaque con cruces sepultando otro año escolar. Ahora. ¡Imagínense la ansiedad del treinta de diciembre! ¡El momento en que sonaba el último timbre del año! Veía la puerta del aula como rejas de una prisión, a la que había sido condenado por un crimen que no he cometido. Ya del día anterior, me ponía el uniforme gris, con las patas de rana. Esa desesperación no la pude superar. Es el día de hoy en que paso el año, del trabajo a mis ocupaciones, de mi música a mis escritos, llegando diciembre para revivir esas sensaciones que me quedaron gravadas tan profundamente, hasta me dan ganas de ponerme a limpiar la pelo pincho, que teníamos en ciudadela, y a la que le dábamos duro con mi viejo, a fuerza de cepillo y detergente.
Lo paradójico de todo esto, es que uno vive la vida andándola y no podemos detenernos a hacer un análisis crítico del presente (solo del pasado), entonces, cuando conocemos lo verdaderamente oscuro, como en este caso, es la adultez, ansiamos desesperadamente la niñez que creímos haber sufrido, ¨la vida no se hace en borrador¨, de modo en que es una tarea que si o si hay que realizar y entregar, pensando con cautela y presición, cada pincelada, para que luego de entregada, no nos sorprenda la noticia de tener que repetir el año.

Claro que aclarece aclarando

Claro es el cielo que sucede por encima de mis hombros
Clara es la visibilidad que reflejan mis ojos
Claro el devenir de futuros años con profunda intriga.
Debilitada penumbra.

Frío de falanges y largas uñas
Prisa en la constancia
Urgencia de avocada inspiración
Palmas que me urgen

Clara oscuridad
Claro hombre en mi existir
Clara miedosa inquietud
Claro olvido y entierro

Injusto aseverativo,
de inevitables desarrollos.
Preludio de réquiem
y recepción hímnica de esperanza

Claro que si es claro
Sombríamente claro y vistoso
Claro que siento claro aclarecer
Claro que aclarece aclarando

Estéreo

El estéreo es el único que no se cansará jamás, todo lo demás sucede.
El transforma la energía en imágenes.
Yo sin embargo siento no poder llegar a los sueños que aún no sueño.
Siempre retardando al futuro y obligando al pasado a convertirse en algo quietamente eterno. Pero. ¿Es ahí donde quiero estar?
Olvidé lo que fui, o era lo que hoy no entiendo.
No interesa, de todas formas el día a día se me hace irreconocible.
Indefectiblemente vuelvo a aburrirte, empalagándote con mi dudosa existencia y es ahí donde se destiñe la obra.
¡Acumulando canciones para la prosperidad!... Como si eso evitara la rápida descomposición que afecta a mis manos, mi cuerpo, mi alma y mi corazón.
Ese músculo que grita constantemente y nunca para.
Me gustaría darle un tiempo para pensar y distenderse.
Por ejemplo ¿Por qué no darle una oportunidad al apéndice? ¡Una oportunidad para amar! Así podría dejar tranquilo al corazón y de esta manera hacerle entender a los genios estudiosos que no merece semejante responsabilidad.
¡Yo amo de apéndice! Si sufro lo saco y chau, reposo y sigo acumulando.
El estéreo es el único que no se cansa, todo lo demás termina siendo, todo lo demás.

Ojos para Monet

Belleza que me ultraja,
Transparencia e inclinación.
Y esas islas que se desparraman
Con gracia y mística

Entre el humo y el cansancio
De este mundo
Al que seguro le vas a ganar,
Porque, tu belleza es subversiva.

El infinito del turquesa brillo de tus luces
Mi sensibilidad expuesta
Pinturas de mi vida
Otra vez vainilla, vainilla y cielo.

Belleza que me ultraja
Y me engrandece la hombría
Cuánto tiempo te quedaste…
y en cuanto tiempo te dejé ir

Manos, óxido y sudor

Estoy esperando el llamado.
Hace años.
Hasta hace un instante.
Mientras tensiono los músculos del estómago y lo elevo hacia las sienes.
Comulgándome con migo mismo.
El llamado que debe ser.
Un timbreo que me deje descansar y me alivie.
Y rasgo las cuerdas.
Y algo las escucho.
Y algo me entretiene, pero no tanto.
Sabor a madera de historias y cuentos
y manos, óxido y sudor
Que atrapa sueños que me despiertan.
A veces, lo puedo sentir viniendo veloz, otras lentamente. Pero así y todo, sé que está ahí
Señalándome con el dedo.
Gusta de mí, me desea, me tortura.
Siempre.
Como palabras desarmándose en el viento,
sílaba por sílaba.
Invirtiendo mis golpes en caricias.
Vomitando la noche por la mañana.
Sacudiéndome.
Y revivir.
Es mía.
Otra vez.
Me complace.
Corto y cuelgo.
La vuelvo a mirar.
Necesito, esperar.

Juez credo

Un cigarrillo más.
Creo que me estoy apaciguando.

Me gustaría tener el placer de ser juzgado.
Juzgado por amar, por pensar, por mentir, por engañar, por ocultar la verdad, por drogar y hacerme drogar, por esquivar, por ser idiota, por cagar, por mear, inducir el vomito, por llorar por bañarme, por trabajar, por vaguear, por tomar y fumar, por tocar, por oler, por oír, por escuchar, por tocar cuando no debí, por mirar, por caminar, por correr, por cantar, por vestirme y desnudarme varias veces, por escuchar y por no también, por deprimirme, por ser feliz, por ser estúpidamente feliz, por dar vida, por infundir ideas, por acertar, por la soberbia, por equivocarme, por reír, por burlarme, por miserable, por estúpido, por talentoso, por perdedor, por brillante, por miserable, por egoísta, por hacer sufrir, por soñar, por dormir, por comer, por blasfemia, por no decir nunca lo que verdaderamente pienso, por experimentar, por masturbarme, por el sexo, por sentirme superior y a la vez tan pequeñamente superior, por mi, por mis rasgos físico- raciales. Juzgado por un hambriento, un enfermo, un envidioso, un apático, un desamorado, un albino, un negro, un blanco, por el escéptico, un nazi, un inválido, por un muchacho serio, por los exitosos, pos viejos, por la tv sus concursos, por la elite social, por la mugre y la putrefacción de las cloacas, por los cagos olorientos de los ricos, por los putos finos y por los gruesos nabos, por vos que sos igual o peor que yo, por no tener escrúpulos, por estar vacío/a, por traicionar mis país.

Vainilla y cielo

La esperanza vuelve a mí
Y como necesitaba sentir, eso…
Y vainilla
Y vainilla y cielo
Y el susurro del mar en mis oídos
Y el aliento del viento sobre mi boca
Y vainilla
Y vainilla y cielo.
Me dilato
Lo entiendo
Me expando

Somos mas yo.

Esta vida que vivimos, suele dejarme pensativo. Hoy me llegó un mail de Cecilia, una amiga que esta de viaje por Europa, en donde las imágenes, que tristemente tuve que ver, llegaron al límite máximo de la ridiculez e ignorancia a la que el ser humano del siglo XXI puede alcanzar. Y valla mérito.
Resulta que la civilización a la que hacemos llamar, primer mundo, bastante poco han aprendido del dolor y no siendo así, por no haberlo padecido en sangre propia, ya que es costumbre en un país tan de elite y de siglos de adelanto como Dinamarca, festejar el día, que deberían llamar, somos idiotas e ignorantes, asesinando ballenas cuerpo a cuerpo, dejando el océano de aguas transparentes, en un charco inmenso lleno de sangre. Ahora, saquemos de nuestro cuerpo al logos para buscar una forma, aunque no sea del todo convincente para entender semejante atrocidad.
Esos hijos de puta, porque no encuentro palabras para describir, a esos seres humanos, si se los puede llamar así, que están mas allá de la mugre y la marginalidad tercer mundista, lleva angustiosamente a la realidad evidente que es la decadencia moral, espiritual y humana de la raza. Reflejando, no sólo, el agujero negro que crece día a día en el corazón de el símbolo de la humanidad, sino también en la condena que nos merecemos, por este genocidio a la conciencia que es el vivir. Y como decía Ernesto Sábato, en antes del fin, estoy viviendo los años mas tristes de mi vida, a los 86 años, creo que algo similar nos está pasando a los habitantes de este planeta tierra que nos abrió los brazos para acogernos y desarrollarnos.
A medida que los años suceden, me es imposible, no darme cuenta de los vacíos y la miseria de mi generación, que se ha quedado atrapada en el sueño del capitalismo facilista, las drogas químicas, y la psicosis que los convierte en hombres mamut, transmitiéndoles la enfermedad de manera instantánea a sus hijos, presos de la avaricia de un sistema que nos endulza los sentidos, para después darnos una buena bofetada de amargura, culpa y resentimiento. Las oficinas nos vienen a buscar y si no ponemos un freno a esta miopía que nos está dejando ciegos, vamos a convertirnos en presos de la deshumanización.
El hombre ya no quiere ser hombre. Nos estamos enfrentando a un enemigo desconocido, a nosotros mismos. El Hombre robot nos persigue como lobo hambriento y no se va a cansar hasta exterminarnos.
En cima de todo, nosotros, los utópicos, estamos perdiendo los colores de esa fantasía que nos mantiene los brazos arriba y los puños cerrados. Si no revertimos el modo en que vivimos la agonía, nos deparará indefectiblemente una eternidad entre las llamas, el vomito de nuestros espíritus y la putrefacción de la revolución.
La política está perdidamente sumergida en un pantano de corrupción y atrocidades, que seguramente, no nos alcanza la razón para comprender, mucho menos podrá responder a una solución rápida y efectiva para este pequeño problema que ya tenemos entre los hombros. Los curas se cogen pendejos y la fé descansa en la góndola de algún supermercado en oferta. Pero así y todo, me rehúso profundamente a entregarme ante semejante genocidio y propongo darle batalla hasta que las manos se me caigan y los ojos se me cierren. Tomando una nueva revolución desde la conciencia misma. Para romperles el culo a palazos a todos aquellos, que hacen lo posible para mantenernos drogados y conectados a esta maquinaria, que lejos esta de detenerse.
Leamos, escuchemos, cuidemos a nuestros hijos, alejémonos de la pavada, cuidemos nuestro espíritu, que es el único que tenemos, vivamos el arte, dejemos que entre el amor en nuestras vidas, amen sin recibir nada a cambio y estén preparados para tenerlo todo y dejarlo de un momento a otro, porque podemos ser un tanto ingenuos, pero por favor se los pido, no permitan que les quiten la única pieza que es irremplazable: el alma.

Feliz tu día

Hoy es mi cumpleaños número veintiocho…
Bueno, en realidad fue hace… más o menos… seis días y esta es la segunda vez que me siento a escribir, ya con esfuerzo y excesiva voluntad.
El primer intento fue con desgano y desidia, entonces me senté frente al monitor observándolo con detenimiento y análisis. Con la cabeza fija, pero con los ojos aleatorios. Inmóvil, pero vacío. Y lo hice durante un tiempo largo. Queriendo encontrar en las viñetas de Windows las palabras que me pesaban en la cabeza, deseando profundamente, que por medio de osmosis, apareciera frente a mí todos esos pensamientos en la pantalla, para tirarme rápido en la cama a ver los Simson. Por su puesto, esto no sucedió, entonces apagué el monitor, luego la cpu y me quedé con todo hasta el otro día.
Marte... si, era un martes, mismo horario, y eso es porque tengo el tiempo prácticamente contado, entre desayuno, trabajo, colegio, almuerzo, trabajo, colegio, merienda, baño, tiempo para mi, cena, cigarrillo y puffffffffff, otra vez.
Ya más decidido, pero apesadumbrado. Lo que sucede en realidad es que por estas fechas me pongo un tanto irritante y excesivamente pesimista.
Monitor, cpu, lupas en los ojos y ahí voy. Tomando coraje, sintiendo como me recorre la sangre, con ira y desahogo, ¡le entro a las teclas como en las novena sinfonía y de repente! Siento el ruido de las escaleras desplomarse y el Dictador lanza un zarpazo al monitor, arrastra los ojos por mis dedos y a puro instinto atino a rascar el reset con la uña del pulgar derecho, que nunca corto y chau mi día. Así y todo, puse una sonrisa, baño, cena, cigarrillo y pufffffffffffff.
Por eso, imagínense, que seis días después, no siento lo mismo que sentí el mismo veintinueve y hoy mis palabra pueden verse algo así como diluidas, confusas y desteñidas por las palmadas en la espalda, las medias y calzoncillos y sobre todo, las colonias en aerosol.
Entonces, por donde estaba…
A, si.
Hoy es mi cumpleaños número veintiocho y seis días y para nada soy lo que imaginé de mí.
Todos a festejar. ¡Hagamos una gran fiesta, invitemos a nuestra familia, nuestros amigos, a los que no vemos muy seguido… también invitémoslos, compremos comida, tomemos alcohol, fumemos algunos puchos de mas que hoy pago yo, que a demás de todo me sobran los motivos para brindar! Ensucien, tomen de mis vasos, vomiten mi inodoro, fantaseen con mi mujer, abran sus mugrientos regalos y muéstrenme lo que son. Dejen en evidencia su estupidez y háganme sentir especial, que hoy me sobran los motivos. Quieran irse, también, y déjenme por favor de una buena vez en esta letrina mía que se hace llamar vida, donde todos cagan de parado tratando que la mierda salpique lo menos posible para los costados, porque tal vez hoy vea las cosa mas sin filtro que de lo común, y ni hablemos de lo común.
Pero en fin, ahora estoy mas tranquilo y no me quiero poner en trágico, las cosas no son porque si, todo recorre su cauce natural y estricto, como por ejemplo el devenir de las cosas. Todo trae aparejado consecuencias y esas consecuencias son los motivos de porque, hoy cuatro de marzo del dos mil ocho, me voy a dormir noche tras noche, solo, apretando las muelas, empujando el paladar en mi reluciente cama prestada con colchón incorporado de media pulgada de espesor e incómodos quince centímetros de ausencia lateral y ah ha ha h ah ha haha haha h ah a. Ni contar su lujoso sistema vibrador de amortiguación por medio de maderas de pino que se me clavan en los pulmones y no me dejan respirar. Tratando de encontrar algún rastro de tu perfume de una habitación a la otra, o algún ruido que me haga recordar a vos.
Ya no siento lo que realmente quería escribir los otros días, siempre me sucede lo mismo y ni si quiera hablo diciendo, me sucede lo mismo, casi siempre uso, pasa o hago, o, no se, lo que fuere. Lo cierto y lo voy a resumir rápidamente es que quise reproducir toda una putrefacción que ya ni me importa, que se quede ahí.
Me faltan cosas.
Un microondas, para recalentar las pasiones del amor, una heladera con freezer, para enfriar el cólera de tus mañanas, un juego de mesa con cuatro sillas, para apoyarme cuando no doy mas, una tostadora para quemarte y por lo menos una buena TV de plasma para pasar el tiempo y tapar los huecos con teta y culo, sin faltar por su puesto un decodificador con su correspondiente control remoto gigantesco de ocho mil canales para tratar de entender algo.
Los seres humanos, deben verme como un ser sombrío y austero, ni hablar los que me leen, que por suerte son bien pocos. Pero en realidad me esfuerzo por mostrar lo contrario, ya que no me va ni un poco andar por ahí desperdigando miseria. Imagínense, la gente diría: ¡hey che! ¡ahí va el pibe de los mil problemas! Te toca y son siete de mala leche! Entonces por eso me miro todos los día en el espejo y hago diez sonrisas para arriba y diez sonrisas para abajo, levanto el seño cinco y cinco y me quedo un par de minutos con la expresión bien abierta, para que no se me caigan los párpados y me quede la mirada de un bóxer. Y, arranco, hago algún que otro temita, me pongo la ropa de trabajo, toco la guitarrita, joveo un rato y dejo que se desvanezcan todos mis sueños, mis añoranzas, en una tarde con migo de ceños fruncidos, hombros caídos y los ojos húmedos que con el tiempo se irán secando también con la brisa violenta y desesperante de esta puta y jodida sociedad.

Lo triste, lo delgado, lo sintético

Hoy estoy verdaderamente triste y cuando eso sucede me siento mas pesado que de costumbre. Las rodillas me duelen, siento los pies cansados, la vista dormida, me pica la cabeza y se me caen los hombros.
Hoy es uno de esos días en donde daría todo, por dejar un instante de ser yo, y el motivo es obvio, como siempre digo, tengo las expectativas más altas de lo que la realidad es en si, puedo ser líder solo de victorias o un cobarde de enfrentamiento. Llega un momento en la vida en donde la paupérrima obra se vuelve en lo que creo que es, pobre y vacía. En donde todas las palabras se transformas en ceniza y los alaridos en susurros débiles y patéticos.
Por eso me siento de alguna manera responsable por todos estos años de malos entendidos a causa de mi errónea comunicación y transmisión de ideas. Me odio por eso. ¡Soy un pibe común!
Recuerdo que de niño, solía ir de compras con mi madre a un mercado bien al estilo crisis de los 80s, cemento y chapas, que estaba pegado a la general paz, a unas cuadras de mi casa en ciudadela, en donde ni siquiera había un mínimo anhelo de gran supermercado que nos dio la década de los 90. Pero así y todo te abastecía. Traíamos las verduras, la carne, alguna que otra chuchearía, leche pan y cosas por el estilo. Mi vieja me metía en el changuito y me paseaba de aventuras de casa al mercado. ¡Que feliz era!
Ella trabajaba todo el día sin cesar, en la casa y con nosotros, mi hermana más grande y yo. Disfrutaba tanto de esos momentos en donde no tenía la más mínima preocupación por nada a pesar de las comodidades ásperas en las que vivíamos. De regreso la ayudaba con las bolsas, aunque solo fuese una bien liviana, que ella misma escogía para que no me maten los brazos, pero para mi era más que justo y me daba mucho placer hacerlo. Siempre ligaba algo, muchas veces como premio, supongo que pensaba que para mi era una molestia llevarme de aca para alla, lo que ella no sabe es que el mayor regalo era su compañía.
Sin embargo hondando en mis recuerdos, encuentro un detalle que refleja el desarrollo de mi reaccionar en los años posteriores a la infancia y ni que hablar en la juventud. Viví tanto en tan poco tiempo… Constantemente tenia la necesidad de que mi madre sintiese que me había ido, o perdido, entonces en cuanto ella se distraía me escondía en algún lugar en donde pudiera ver la desesperación de una mujer que pierde su hijo, disfrutando de la desesperación, sintiendo en carne viva lo tanto que ella me quería, hasta que me apiadaba de su dolor y cuando no lo soportaba mas saltaba del escondite con un grito o la asustaba por las espaldas provocando un gran abrazo desconsolado, gritándome y maldiciendo que no haga mas esas boludeces y que si me pasaba algo se moría. Lo paradójico es que eso mismo que le hice a mi madre me lo hago ahora a mi. De alguna manera necesito saber hasta donde sos capaz de abandonar por mí y me alejo y me escondo detrás de mi corazón espiándome macabramente hasta que me inunda la desesperación y salto desde lo más profundo de mi corteza para abrazarme y seguir adelante.
Siento tristeza por el mundo en el que vivo, que nos las hace tan difícil todo el tiempo, por este castigo carmatico que es el vivir. Porque se que nacimos para ver morir las cosas y porque a pesar de todos mis intentos no puedo dejar de ser un mediocre que no hace nada para cambiar las cosas. Por eso aunque me disfrace nunca voy a estar más ni menos sumergido en esta agua turbia que es mis existencias.
Ahora se que el buzo soy yo y el oxigeno es largo pero finito.

La minuscularidad

Una luz resplandeciente, se acercaba con fuerza al final de la calle, en el sueño de la otra noche. Los edificios de fachadas europeas se transformaron en imágenes de video juego, deshaciéndose a mis costados como montañas de helado expuestas al sol.
Sólo éramos la luz y yo, frente a frente, desafiándonos. Giro en mi mismo y en gritos que nunca salieron de mi boca, veo como el viento que se congela congelándose también mis líquidos corporales. Entumecido y mudo, confundido pero atento y seguro, al real, para mí abismo al que se aproximaba, me abrazo y siento los codos astillados, subo lentamente los dedos hacia los hombros y noto protuberancia emplumadas que me explotan de la espalda hasta los talones. Un mar de sangre me rodea y la luz, ya encima mío, perfora la retina de estos ojos, induciéndome al encierro y a la libertad al mismo tiempo. Acaricio desesperadamente las sienes y con una fuerza que no que no recuerdo haber vivido, me envío como un tirabuzón al vacío de los aires que respiramos y nos contamina.
Elevándo, lo siento, lo siento en los ojos, en la cara, en mis brazos, me llena de placer. Y veo desde acá, el mundo, y lo veo tan pequeño y débil, tan manipulable, como la inmensidad nos ve, como la soberbia y el horror se vuelven microscópicos y cuanto entiendo de mi vida…
Puedo ver los mares, aún cristalinos y su movimiento orgánico con toda su fauna. Puedo ver los paisajes, las montañas, los hielos, las auroras boreales, los polos y la vegetación. Hasta que la belleza me duele con el fuego que sale de hombre imprudente que toca desesperadamente todo dejando solo polvo y cenizas. Y caigo. Y mis brazos, son sólo brazos y mis manos, sólo cuerpo. Sé que no puedo evitar estrellarme, entonces enfrento la gravedad y abro los ojos lo más que puedo para ver cuan violento será el impacto.
No hay impacto, solo es el reflejo con el que me levanto todas las mañanas, cuando abro los ojos y miro el techo y en esas décimas de segundos no lo logro entender de que está hecho, hasta que las pupilas se van acomodando a la luz y mi habitación en silencio semental, pero con los residuos de sonidos de una familia que se disgrega minuto a minuto con el paso del tiempo, resisto el cuerpo, aún adormecido y le ordeno que se levante, me arrastro hacia el centro musical, lo enciendo y poco a poco los sonidos de ese amor que nunca me abandonó me da el beso de los buenos días.
¡Qué linda es la música! Cuanto me acobija en su inspiración, cuanto me da ganas de vivir, cuanto que entiende de mí, cuanto me hace ver que el arte es mi salvación en esta salsa donde todos metieron la mano y dejaron quemar en el fuego. Mi esencia, mi hombre de la canción, tu amante absoluto, nuestro único impulso hacia la felicidad.

Bienvenida

Les presento mi blog donde podrán conocer mi trabajo literario entre otras cosas...
La idea es de alguna manera hacer un paréntesis y apartar la música, que tanto necesito, para asomar las luces de las letras que tanto me urgen.
Espero que lo disfruten y que lo podamos parovechar.

Con cariño.

Emi