domingo, 21 de junio de 2009

Somos mas yo.

Esta vida que vivimos, suele dejarme pensativo. Hoy me llegó un mail de Cecilia, una amiga que esta de viaje por Europa, en donde las imágenes, que tristemente tuve que ver, llegaron al límite máximo de la ridiculez e ignorancia a la que el ser humano del siglo XXI puede alcanzar. Y valla mérito.
Resulta que la civilización a la que hacemos llamar, primer mundo, bastante poco han aprendido del dolor y no siendo así, por no haberlo padecido en sangre propia, ya que es costumbre en un país tan de elite y de siglos de adelanto como Dinamarca, festejar el día, que deberían llamar, somos idiotas e ignorantes, asesinando ballenas cuerpo a cuerpo, dejando el océano de aguas transparentes, en un charco inmenso lleno de sangre. Ahora, saquemos de nuestro cuerpo al logos para buscar una forma, aunque no sea del todo convincente para entender semejante atrocidad.
Esos hijos de puta, porque no encuentro palabras para describir, a esos seres humanos, si se los puede llamar así, que están mas allá de la mugre y la marginalidad tercer mundista, lleva angustiosamente a la realidad evidente que es la decadencia moral, espiritual y humana de la raza. Reflejando, no sólo, el agujero negro que crece día a día en el corazón de el símbolo de la humanidad, sino también en la condena que nos merecemos, por este genocidio a la conciencia que es el vivir. Y como decía Ernesto Sábato, en antes del fin, estoy viviendo los años mas tristes de mi vida, a los 86 años, creo que algo similar nos está pasando a los habitantes de este planeta tierra que nos abrió los brazos para acogernos y desarrollarnos.
A medida que los años suceden, me es imposible, no darme cuenta de los vacíos y la miseria de mi generación, que se ha quedado atrapada en el sueño del capitalismo facilista, las drogas químicas, y la psicosis que los convierte en hombres mamut, transmitiéndoles la enfermedad de manera instantánea a sus hijos, presos de la avaricia de un sistema que nos endulza los sentidos, para después darnos una buena bofetada de amargura, culpa y resentimiento. Las oficinas nos vienen a buscar y si no ponemos un freno a esta miopía que nos está dejando ciegos, vamos a convertirnos en presos de la deshumanización.
El hombre ya no quiere ser hombre. Nos estamos enfrentando a un enemigo desconocido, a nosotros mismos. El Hombre robot nos persigue como lobo hambriento y no se va a cansar hasta exterminarnos.
En cima de todo, nosotros, los utópicos, estamos perdiendo los colores de esa fantasía que nos mantiene los brazos arriba y los puños cerrados. Si no revertimos el modo en que vivimos la agonía, nos deparará indefectiblemente una eternidad entre las llamas, el vomito de nuestros espíritus y la putrefacción de la revolución.
La política está perdidamente sumergida en un pantano de corrupción y atrocidades, que seguramente, no nos alcanza la razón para comprender, mucho menos podrá responder a una solución rápida y efectiva para este pequeño problema que ya tenemos entre los hombros. Los curas se cogen pendejos y la fé descansa en la góndola de algún supermercado en oferta. Pero así y todo, me rehúso profundamente a entregarme ante semejante genocidio y propongo darle batalla hasta que las manos se me caigan y los ojos se me cierren. Tomando una nueva revolución desde la conciencia misma. Para romperles el culo a palazos a todos aquellos, que hacen lo posible para mantenernos drogados y conectados a esta maquinaria, que lejos esta de detenerse.
Leamos, escuchemos, cuidemos a nuestros hijos, alejémonos de la pavada, cuidemos nuestro espíritu, que es el único que tenemos, vivamos el arte, dejemos que entre el amor en nuestras vidas, amen sin recibir nada a cambio y estén preparados para tenerlo todo y dejarlo de un momento a otro, porque podemos ser un tanto ingenuos, pero por favor se los pido, no permitan que les quiten la única pieza que es irremplazable: el alma.

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